Hablar de Cancún es hablar de playas de arena blanca con
aguas color turquesa, hoteles “All Inclusive”, antros y parques temáticos, sin
duda es un destino fantástico para pasar unos días de descanso, pero en cuanto
a riqueza cultural su oferta es bastante limitada, al menos para los mexicanos
que pretendemos conocer un poco mejor nuestro país.
Y es lógico, su historia se remonta a los años setenta del
siglo pasado cuando se le echó el ojo como desarrollo turístico. Si
consideramos que, hoy por hoy muchísimos de sus habitantes son oriundos de
otras localidades y casi el resto de los nacidos en esta novísima urbe son sus hijos
o sus nietos, la población estaría conformada prácticamente en su totalidad por
gente de fuera, es decir, no ha habido suficiente tiempo de hacer cultura, o,
mejor dicho, lo que se respira es una incipiente amalgama multicultural.
Para comprobar esto basta darse una vuelta al “centro”,
propiamente a la ciudad, ahí donde viven las hordas de trabajadores que
atienden al sector turismo y, por supuesto a los que cubren las necesidades de
estos. La comida callejera y de mercado es un buen parámetro étnico en
cualquier ciudad. En Cancún es normal ver en las cercanías de cualquier parabus
un típico bocadillo a base de trigo triturado relleno de carne, ¡muy libanes!
(se trata del kepe bola), ahora que si quieres algo más autóctono encontrarás
quesadillas y tacos sudados con evidente sello chilango. Los mejores changarros
de mariscos ofrecen comida sinaloense.
Dejando a un lado la gastronomía, que está visto que la de
Cancún no podría ser un emblema de su identidad, habría que fijarse en su
arquitectura. Lo típico es adentrarse al Zócalo o Plaza de Armas o Plaza Mayor
donde, por regla general se concentran los poderes político, eclesial y
económico mismos que ostentan sendos suntuosos edificios. Pues Cancún otra vez
es la excepción. De entrada, entre la catedral y el ayuntamiento hay más de
tres kilómetros de por medio, luego la sede del gobierno para mi gusto deja
mucho que desear, pero con lo que uno se va de espaldas es con la catedral.
Es bien sabido que una catedral es la iglesia principal de
una diócesis, por ello, la imagen que se viene a la mente es un edificio de
grandes dimensiones y lujosos ornamentos. Claro está que tratándose de una ciudad
recién nacida no esperarías edificaciones góticas o neoclásicas, pero sí algo
un poco más acorde con una ciudad de cerca de un millón de habitantes elevada a
sede obispal hace casi 20 años.
Dicen que las comparaciones son horribles, pero ¡ah cómo
ayudan a dimensionar las cosas! Así pues, en el collage incluí catedrales de
reciente construcción y de urbes con menor concentración de habitantes (Lo sé,
hay muchos asegunes y tal vez razones que expliquen la desproporción. Si
alguien las conoce, que se moche con la información)