¿Qué es eso?
Hay ciudades que nunca dejan de sorprender,
mi ciudad es una de ellas. Hace unos días caminando por una céntrica avenida de
la ciudad de México, un complejo arquitectónico llamó mi atención,
evidentemente era antiguo, pero el estilo no coincidía con las innumerables construcciones
coloniales que abundan a lo largo de todo el país. Cuando el policía que
resguardaba la entrada me respondió un par de preguntas de las seis o siete que
le formulé, se incrementó mi interés, así que no me contenté con la información
de Wikipedia, además, como dice el cliché: Una cosa me llevó a otra y terminé
abundando mi acervo de datos inútiles con tres temas relacionados, que en sí mismos son
interesantes, encima aderezan -según yo- esta historia y ayudan a hacer del lugar un
destino capitalino más fascinante de lo que es por el simple hecho de estar.
Volviendo al punto de partida resulta que mi
hallazgo no es que sea el de mayor interés histórico, ni el más grande, ni el
más fastuoso, ni tampoco el más bello. No lo diseñó Tolsá, ni sus muros fueron
bendecidos por ser escenario de Juanga o Chente, ni tampoco construidos por
Trump, ni violados por el Chapo Guzmán.
Se trata de una iglesia católica construida entre los siglos XII y XIV... ¡Sí! dije bien, es un AUTÉNTICO edificio medieval románico. O sea, NO es una réplica como la Capilla Sixtina que anda recorriendo el país (y en hora buena por ello).
Se trata de una iglesia católica construida entre los siglos XII y XIV... ¡Sí! dije bien, es un AUTÉNTICO edificio medieval románico. O sea, NO es una réplica como la Capilla Sixtina que anda recorriendo el país (y en hora buena por ello).
Cuando se levantaban sus columnas, los
Templarios protegían a los peregrinos de la 2da. Cruzada. Constantinopla seguía
siendo sede del Imperio Romano de Oriente, cuando se coronaba la torre con sus
típicas almenas feudales Cristóbal Colón ni siquiera había nacido, ¡vaya! el
Templo Mayor era tan menor que Tenochtitlan aguardaba en estatus de lago ser
declarada la tierra prometida de los que venían aún en camino desde Aztlán y,
sin embargo, la edificación se sostiene incólume en plena capital mexicana.
¿Verdad que es
sorprendente? bueno, es tan asombroso que la finca no se podría considerar
inmueble y para acabar de poner los ojos cuadrados, sepan que no está protegido
por el INBA ni por el INAH y menos por la UNESCO.
Esa
combinación de datos concatenados y la experiencia de observar con propios ojos
algo legado por la naturaleza o por el hombre o por ambos, es lo que magnifica
espacios que, de otra manera pasan inadvertidos a pesar de tanta riqueza que
ofrecen. Precisamente la edificación hoy chilanga que me ocupa, es un ejemplo
de tesoros escondidos frente a las narices del transeúnte.
Dicho lo
cual, vamos por partes.
Orson Welles (primer dato inútil)
En el año de
1938 un acontecimiento conmocionó a un buen sector de la población gringa. Este
hecho bastante conocido por ser la transmisión radiofónica más famosa de la
historia tuvo lugar en Nueva York y fue perpetrado por un casi desconocido
actorcillo de 23 años que colaboraba en un programa de radionovelas de la CBS.
La transmisión empezó como siempre, un locutor presentó al protagonista Orson
Welles, éste sin más preámbulo inició la dramatización de la novela La Guerra de los Mundos de H.G.Wells.
Al principio
es evidente que se trata de ficción con un narrador que afirma que en la tierra
somos observados por extraterrestres, pero en seguida la adaptación para radio
se aparta del texto original al sugerir que la historia empieza con la transmisión
de un programa radiofónico musical que es interrumpido por una noticia
extraordinaria. Esa es la clave para engañar al público sin decir mentiras,
porque a continuación se recrea la escena tal cual, es decir, se deja escuchar
una pieza musical cortada a la mitad por el clásico: “interrumpimos este
programa para informar que se han detectado unos extraños rayos provenientes
del planeta Marte… pero sigan disfrutando su programa musical”. Posteriormente
la melodía “Polvo de Estrellas” es cortada de nuevo y así se sigue hasta que ya
de plano lo que se oye es un noticiero en vivo que durante casi una hora con
sucesivas notas va aumentando el dramatismo hasta el punto en que en un enlace
el piloto de un bombardero muere al aire; ante las orejas de todos los
radioescuchas.
Para entonces
el caos en la vida real en Nueva York se había desatado. El chistosito chavo
empleó técnicas que hoy no se las comería nadie (¿o sí?), pero una incauta
audiencia de hace 78 años cayó redondita. Comparto el audio original de You Tube https://youtu.be/dYs3GKnITSY
Interesante o
no, esto ¿qué tiene que ver con la iglesia medieval de la CDMX?, pues
particularmente ese momento; nada, pero está padrísimo ¿a poco no? Imagino que
Stephan Sweig lo hubiera elegido para incluirlo en su libro “Momentos Estelares de la Humanidad”. Y
bueno tampoco es que esté divagando sin, -como dicen los técnicos- hilo
conductor.
Resulta, que
la travesura de Halloween catapultó a Orson Wells a tales niveles de fama, que
Hollywood le dio manga ancha para producir una película, y el cuate se aventó
con otro cañonazo; El ciudadano Kane,
clásico basado en la vida del Trump de la época, Un magnate de los medios y
coleccionista de arte llamado William Randolph Hearst que fue el involuntario
factor de que la capilla gótica hoy esté donde por lógica no debiera estar.
Willliam Randolft Hearst (segundo dato inútil)
Este
personaje fue un magnate que amplió su fortuna con malas prácticas, además de
invertir recursos en sobornos, utilizaba siempre a su favor el poder que le
daba el giro de su negocio; la prensa escrita. Cuantos más periódicos adquiría,
más riqueza y más poder concentraba.
Antes dije
dije que era el Trump de su época, con decir que fue candidato a la gubernatura
de Nueva York, sólo que este sí perdió las elecciones. Después del poder, su
mayor pasión fue el arte, o mejor dicho la acumulación de objetos de arte
antiguo. El caso es que sus gustos requerían mucho dinero y para conseguirlo
actuaba sin escrúpulos. Era tan siniestro que con su enorme poder logró influir
en el estallamiento de la guerra Hispano-americana que terminó con la
Independencia cubana, solo que sus motivaciones no coincidían con las del Che
Guevara: libertad y justicia social. Bueno, tampoco metería las manos al fuego
por defender la solidez moral del argentino. Está bien documentado que Hearst consiguió
exclusivas para sus diarios, con lo que agrandó su fortuna, además, por ahí se
dice que años antes intentó llevarse los leones de la Alhambra para adornar su
humilde morada, y cómo no se salió con la suya, generó un sentimiento
anti-hispánico, así que en cuanto pudo fraguó su venganza.
Para quienes
no han visto El Ciudadano Kane (clásico obligado por ser considerada por muchos
la mejor película de la historia cinematográfica) una sinopsis puede dar una
idea de la clase de calaña del personaje: Básicamente se trata de la historia
de un archimillonario que a lo largo de su vida va acumulando poder, dinero,
bienes materiales, amargura y soledad. El guion sugiere que hubo un hueco en su
vida, algo que a pesar de todo jamás consiguió, Orson Welles simbolizó esa
quimera como Rosebud, la enigmática última palabra del protagonista que termina
siendo la moraleja de la historia.
Finalmente, otro interesante simbolismo que el cineasta manejó en la
cinta es Xanadú, así llamó al palacio que el personaje Kane construyó en
florida, un inmueble tan ridículamente ostentoso, que los mismos Luis XIV y
Nerón hubieran envidiado. Xanadú no es una palabra inventada, era el palacio de
Gengis Kan que hoy es sinónimo de opulencia. Para no variar la realidad supera
a la ficción y para prueba las imágenes del verdadero Xanadú; el Castillo
Hearst.
Aunque no lo
pude confirmar es lógico suponer que el destino natural del ahora mexicano edificio
medieval, cuya época de construcción data de entre los siglos XII y XIV fuera
el palacete de California, pero, ¿cómo es que llegó a la Delegación Álvaro
Obregón? Ahí les va:
El meollo del asunto
En 1926
Hearst compró el “inmueble” y lo movió, es decir lo desarmó numerando y
encajando cada piedra sustraída para ser embarcada con rumbo a Nueva York.
Hasta ahí todo iba viento en popa, pero después los aires soplaron en una
dirección no deseada. Resulta que, al llegar a tierra la aduana detuvo las
piedras para ser sometidas en cuarentena por una epidemia de fiebre aftosa en
España, el problema no eran las piedras, sino el material orgánico que las
recubría dentro de las cajas para protegerlas; la paja, probable portadora del
bicho aislado. La espera se fue postergando por
burocracia hasta que se vio alcanzada por la Gran Depresión de 1929. Los
problemas del empresario fueron tan graves que el tesoro arqueológico terminó
por ser prácticamente abandonado en una bodega por décadas.
Ya muerto el
propietario del rompecabezas 3D, algún heredero intuyó que las piedras podrían
tener más valor que el de un lote de cantera. Seguramente la famosa casa
subastadora Christie puso en remate el cargamento y voila; otro hombre rico,
Nicolás González Jáuregui, también coleccionista de arte, pero
de nacionalidad mexicana adquirió material para adornar el jardín de su
casa.
En 1954 las
piedras viajaron a la ciudad de México y con la ayuda del arquitecto Luis Ortiz
Macedo, algunos artesanos que rellenaron los faltantes que se perdieron en el
camino y mucha paciencia el gigantesco “Lego” de cantera labrada fue
reconstruido ochocientos años después a ocho mil kilómetros de distancia.
Y de pronto
¡Saz!, que la historia se repite. En la crisis de la economía mexicana de 1976,
el empresario pierde su casa, al parecer por motivos fiscales. El caso es que
el predio de Av. Revolución pasa a ser propiedad del
gobierno.
Durante algunos
años el descuido provocado por la ignorancia del burócrata a cargo de bienes
confiscados, puso en peligro nuevamente el conjunto arquitectónico. Por fortuna
las fuerzas del destino actuaron otra vez en su favor. Esta vez gracias a la
intervención del obispo ortodoxo Pablo De Ballester quien con enorme erudición
en materia de historia y por lo visto, enorme inteligencia vio la oportunidad
de aprovechar el recinto para desarrollar los fines del Centro Cultural
Helénico, cuya dirección alternaba con su misión
pastoral.
El Dr De
Ballester gestionó con altas esferas gubernamentales la cesión del predio en
favor de la entidad cultural. Desde entonces, la denominada capilla gótica es utilizada como escenario para conciertos u obras de teatro, pero sobre todo es
un oculto patrimonio cultural de la CDMX.