martes, 11 de septiembre de 2007

Un gran poema

Sí...



Sí puedes estar firme cuando en tu rededor
todo el mundo se ofusca y tacha tu entereza.
Sí cuando dudan todos, fías en tu valor
y al mismo tiempo sabes excusar su flaqueza.

Sí puedes esperar y a tu afán poner brida.
Sí sueñas, pero el sueño no se vuelve tu rey.
Sí piensas, y el pensar no mengua tus pasiones.
Sí el triunfo y el desastre no te imponen su ley,
y los tratas lo mismo, como a dos impostores.

Sí soportas oír tu verdad deformada
cual trampa de necios en boca de malvados,
o mirar hecha trizas tu adorada quimera
y volver a forjarla con útiles mellados.
Sí osado en un golpe de azar,

arriesgas tus pertenencias, y las pierdes, y luego,
sin hablar de tus penas vuelves a comenzar.
Sí un día cansado, cuando en ti todo flaquea,
apelas a tu voluntad que te dice: ¡adelante!.

Sí hasta el pueblo te acercas sin perder tu virtud,
y con reyes alternas sin cambiar tu actitud.
Sí no logran herirte ni amigo ni enemigo,
pero en justa medida pueden contar contigo.

Sí puedes llenar cada minuto
con sesenta segundos de combate bravío
teniendo alerta el pensamiento y el músculo tirante,
el mundo y todos sus codiciados frutos serán tuyos
y lo que más importa... serás hombre, hijo mío.


Rudyard Kiplin

lunes, 3 de septiembre de 2007

LA CONCIENCIA

Alguien dijo: “La mayor parte de la población del mundo es culpable de recibir sobornos”, Sí esto es cierto, entonces la culpa de Judas nos salpica a muchísimos. El soborno no debemos entenderlo solamente como recibir dinero o regalos, de otra manera inmerecidos, a cambio de un favor; también puede ser soborno la sonrisa de mi hija para evitar que responsablemente le imponga un castigo.

Sí imaginamos, como pudo ser, que alguno de los soldados romanos que aprendieron a Jesús lo hizo contra su conciencia, su verdadero crimen no fue la detención, después de todo él solo seguía órdenes, sino acallar su conciencia... ¿Quién de nosotros no ha hecho cosas semejantes, en menor proporción, claro, o incluso los está viviendo en este preciso momento... “No estoy de acuerdo con las prácticas comerciales de la empresa donde trabajo, pero ¡ahí está la chuleta!, -ni modo-”; o “Este empleado no merece que lo despida, pero de esa pequeña falta que cometió me agarro para correrlo sin liquidación porque necesito hacer recortes”.

Ese dolor del alma que provoca el evitar males menores a costa de lo que verdaderamente nos importa no se alivia con hacer obras de caridad, esas cosas son otros capítulos del mismo libro. La salud solo se encuentra en hacernos caso a nosotros mismos. Peor que un individuo inconsciente es un individuo que sí oye su voz interior pero se hace pendejo.

Y sin embargo, cuántas veces tratamos de silenciar eso que es uno de los dones más valiosos de nuestro ser: LA CONCIENCIA. Esa que nos debería poner por encima de los animales, pero que tristemente nos ubica por debajo, ya que ellos, al menos siguen su naturaleza.


Rodrigo García Leo

viernes, 24 de agosto de 2007

Dame tiempo Señor

Finalmente me dio la sospechada noticia.
-Señor, lamentablemente tengo la necesidad de confirmarle que en efecto usted tiene cáncer.
Mi cara empalideció, no acerté a decir nada, entonces el galeno, tratando de confortarme continuó: mire la medicina ha avanzado mucho, ahora hay muchos medios que ayudan a prolongar la vida e incluso a erradicar totalmente el mal.
-¿Cuánto tiempo doctor?, ¿cuánto me queda?.
-Con la información que tengo es difícil precisarlo.
-¿Más o menos?.
–Mmm... yo diría que unos cuatro meses, pero lo que ahora tenemos que hacer es realizar unos estudios para determinar el tratamiento adecuado.
-Si, si, doctor usted dirá.
Y lo que dijo ni lo escuché, en ese momento mi necesidad no era escuchar la voz de un médico, sino la de Dios, así que a todo lo que mencionó le contesté que sí, pagué la consulta y, sin más encaminé mis pasos a una iglesia cercana al consultorio, por mi cabeza revoloteaban un montón de pensamientos, por mi corazón lo hacían otros tantos sentimientos, muchos de ellos encontrados. Después de andar unas cuantas cuadras me hallé en la en la Sagrada Familia. Curiosamente en esa parroquia de la colonia Roma es donde fui bautizado, ya hacía por lo menos quince años que no había vuelto a entrar a ella. Busqué una pila de agua bendita, humedecí mis dedos y me persigné en la frente, una gota corrió hasta el cuenco de mi ojo izquierdo como buscando compañía y la encontró, pues de pronto las lágrimas habían invadido mi rostro. Caminé hasta la primera banca, me hinqué, alcé la cara y al ver a Cristo crucificado le dije: Sí me lleva el tren a mí ni hablar, pero ¿qué va ha ser de mi familia?, ¡dame tiempo Señor!... En ese momento me desperté sobresaltado, tenía la frente aperlada y sentía una taquicardia atroz, mi mujer, entre sueños oyó que yo decía algo sin entenderlo.
-¿Ya es hora?, me preguntó.
–No amor, le respondí, tenemos algo de tiempo, sigue durmiendo.
Ella se reacomodó y continuó en los brazos de Morfeo, pero yo ya no pude conciliar el sueño reconstruyendo la pesadilla y concluyendo con ese acto que, sin duda, Dios me estaba otorgando el favor solicitado, me estaba dando más tiempo. Y justo en el momento en que decidí la determinación de dejar fumar sonó el despertador.