Alguien dijo: “La mayor parte de la población del mundo es culpable de recibir sobornos”, Sí esto es cierto, entonces la culpa de Judas nos salpica a muchísimos. El soborno no debemos entenderlo solamente como recibir dinero o regalos, de otra manera inmerecidos, a cambio de un favor; también puede ser soborno la sonrisa de mi hija para evitar que responsablemente le imponga un castigo.
Sí imaginamos, como pudo ser, que alguno de los soldados romanos que aprendieron a Jesús lo hizo contra su conciencia, su verdadero crimen no fue la detención, después de todo él solo seguía órdenes, sino acallar su conciencia... ¿Quién de nosotros no ha hecho cosas semejantes, en menor proporción, claro, o incluso los está viviendo en este preciso momento... “No estoy de acuerdo con las prácticas comerciales de la empresa donde trabajo, pero ¡ahí está la chuleta!, -ni modo-”; o “Este empleado no merece que lo despida, pero de esa pequeña falta que cometió me agarro para correrlo sin liquidación porque necesito hacer recortes”.
Ese dolor del alma que provoca el evitar males menores a costa de lo que verdaderamente nos importa no se alivia con hacer obras de caridad, esas cosas son otros capítulos del mismo libro. La salud solo se encuentra en hacernos caso a nosotros mismos. Peor que un individuo inconsciente es un individuo que sí oye su voz interior pero se hace pendejo.
Y sin embargo, cuántas veces tratamos de silenciar eso que es uno de los dones más valiosos de nuestro ser: LA CONCIENCIA. Esa que nos debería poner por encima de los animales, pero que tristemente nos ubica por debajo, ya que ellos, al menos siguen su naturaleza.
Sí imaginamos, como pudo ser, que alguno de los soldados romanos que aprendieron a Jesús lo hizo contra su conciencia, su verdadero crimen no fue la detención, después de todo él solo seguía órdenes, sino acallar su conciencia... ¿Quién de nosotros no ha hecho cosas semejantes, en menor proporción, claro, o incluso los está viviendo en este preciso momento... “No estoy de acuerdo con las prácticas comerciales de la empresa donde trabajo, pero ¡ahí está la chuleta!, -ni modo-”; o “Este empleado no merece que lo despida, pero de esa pequeña falta que cometió me agarro para correrlo sin liquidación porque necesito hacer recortes”.
Ese dolor del alma que provoca el evitar males menores a costa de lo que verdaderamente nos importa no se alivia con hacer obras de caridad, esas cosas son otros capítulos del mismo libro. La salud solo se encuentra en hacernos caso a nosotros mismos. Peor que un individuo inconsciente es un individuo que sí oye su voz interior pero se hace pendejo.
Y sin embargo, cuántas veces tratamos de silenciar eso que es uno de los dones más valiosos de nuestro ser: LA CONCIENCIA. Esa que nos debería poner por encima de los animales, pero que tristemente nos ubica por debajo, ya que ellos, al menos siguen su naturaleza.
Rodrigo García Leo
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