Son muchos y muy apreciados los productos que
México ha aportado al mundo, incluso algunos han sido adoptados por diversas
culturas como base de platillos representativos de su culinaria regional, baste
señalar los siguientes botones de muestra: el jitomate para la salsa de las
pastas italianas, el chocolate del vienes pastel Sacher, el picante del Kagkung
Belacan malayo, y qué decir del 90% de los ingredientes del Chili con carne de
nuestro vecino del norte. Y no son menos las preparaciones con pasaporte mexicano
que deleitan paladares en todo el orbe. Tal acontece con los tamales.
Los tamales son quizá uno de los alimentos más
populares de México, prácticamente cada estado de la República tiene por lo
menos una versión. En el centro del país lo mismo los encontramos por las
mañanas en cada esquina, que por las noches a la puerta de las iglesias, o
ahora, a la puerta de las tiendas de conveniencia; lo mismo se ofrecen en una
primera comunión en Polanco, que a toda hora escuchamos los “modernos” pregones
que rezan: “Lleve - sus - ricos - y -
deliciosos - tamales - calientitos, tamales - oaxaqueños…”. Sin duda estos
pregones no son tan encantadores como los reseñados por Salvador Novo, pero ya
forman parte del paisaje del México del Bicentenario.
La palabra tamal viene del náhuatl tamalli, que
significa envoltorio. Y su origen se remonta a nuestros antepasados
prehispánicos. En el siglo XVI el fraile franciscano Bernardino de Sahagún en
su “Historia General de las Cosas de Nueva España” hace varias referencias.
Cito una que particularmente llamó mi atención por su sincretismo, desde luego
no soy sociólogo, pero me gusta pensar que la tradición vigente de comer
tamales el día de la
Candelaria está relacionada con una fiesta pagana en honor al
Dios del fuego llamado Xiuhtecutli que se celebraba el día 10 del mes Izcalli
del calendario azteca, equivalente, según una ingeniosa tabla al parecer
diseñada por el mismísimo Fray Bernardino al día 17 de enero, es decir tan solo
dos semanas separan ambas fiestas. Entre otras cosas la liturgia local disponía
convidar tamales con camarón. Y yo convido fragmentos del texto referido
transcritos literalmente.
"Al deciocheno mes llamaban izcalli. A
los diez días de este mes hacían tamales de hojas de bledos muy molidas. Decían a esta fiesta motlaxquian tóta, que
quiere decir "nuestro padre el fuego tuesta para comer"… Las mujeres
toda la noche se ocupaban en hacer unos tamales que llamaban uauhquiltamalli, …
Toda la gente y en todas las casas se hacían estos tamales, y convidaban unos a
otros con ellos; a porfía trabajaban cual por cual haría primero estos tamales.
Y la que primero los hacía iba luego a convidar con ellos a sus vecinos para
mostrar su mayor diligencia y su mayor urbanidad. La vianda que se comía con
estos tamales eran unos camarones que ellos llaman acocilti, hechos con un
caldo que ellos llaman chamulmulli. Todos comían en sus casas esta comida muy
caliente y tras el fuego; y las camisillas de maíz con que estaban envueltos
los tamales, cuando se las quitaban para comerlos, no las echaban en el fuego
sino juntábanlas para echarlas en el agua. En acabando de comer esta comida,
luego bebían pulcre los viejos del barrio…
bebían y cantaban delante la imagen de Xiuhtecutli hasta la noche…
Comían también tamales de muchas maneras, unos de ellos eran blancos y a manera
de pella, hechos no del todo redondos, ni bien cuadrados, tienen en lo alto un
caracol, que le pintan los frijoles…”
Referencia Histórica
Libro: Historia General De Las Cosas De Nueva España
Autor: Fr. Bernardino de Sahagún
Editorial Porrúa, México, 2006, ISBN 970-07-6492-3 Rústica
Colección: Sepan Cuantos No. 300,
Libro segundo, Capítulo XXXVII, páginas 73, 90, 146 y 147. Libro octavo, Capítulo XIII, página 445
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