sábado, 25 de febrero de 2017

La realidad supera a la ficción


Esta historia es una puntual relación de hechos reales. La comparto aquí para apelar a tu compasión.
Rick Berg, un chavo multifacético, trotamundos, chef, cineasta y guionista se fue a Nueva York para tratar de concluir sus estudios en cinematografía. Todo iba muy bien hasta que por una fatalidad incomprensible fue atacado salvajemente por un loco que hoy goza de libertad.
Un día del pasado septiembre dejó de tener comunicación con sus padres, varios días después apareció en estado de coma en un hospital público de la Gran Manzana. Una prima segunda que no lo conocía personalmente pudo identificarlo gracias a un tatuaje. Los pronósticos eran negros. En octubre o noviembre por fin alguien de su sangre pudo pasar tres semanas a su lado, durante ese tiempo en que la actividad principal de su papá era enjugarle el sudor y hablarle al oído ante la fría tolerancia de las enfermeras Ricardo empezó a reaccionar.
Los primeros videos enviados a la familia eran estremecedores, yo no comprendía la felicidad de Ricardo papá al mostrar a su hijo con los ojos desorbitados y en franca desconexión con la realidad. Ahora sé que ese avance significaba un paso gigante en el proceso de recuperación.
Pero la visa humanitaria tenía caducidad. De nuevo mi querido Rick se encontró sólo luchando por su vida. Esporádicamente familiares un tanto lejanos y amigos le visitaban, así accedimos a nuevos videos que mostraban lentos, pero constantes mejoras.

En Navidad, mi familia y yo pudimos ligar una escala en NY y lo visitamos durante unos pocos minutos. Para entonces su conciencia era plena y perfectamente coherente, dato alentador que, sin embargo, lo hacía darse cuenta de su precariedad, y entonces lucía al mismo tiempo alegre y deprimido. Estaba ya, y no era para menos muy desesperado, sobre todo porque con una traqueotomía que le practicaron le dañaron las cuerdas bucales, así que no podía hablar y, por alguna razón que desconozco tampoco oír; toda comunicación era escrita.
Ante nuestra insistencia se atrevió a pedirnos un cortaúñas, dulces, calcetines y un cuaderno para escribir; su nuevo plan, ya que USA lo trató mal era aceptar un ofrecimiento para trabajar en un restaurante de Los Cabos. Lo último que escribió en su pizarrón antes de que nosotros continuáramos nuestro viaje fue: “FELIZ NAVIDAD”
Para enero empezó a postear en Facebook, su salud mejoraba paso a paso pero sin tropiezos, especialmente cuando llegaron sus padres, esta vez mamá también podía prodigarle sus caricias y bendiciones con señal de la cruz y besito físico. Además de los aspectos fisiológico, espiritual, emocional y social otros hechos caminaron a su favor.
Me refiero a las gestiones nada sencillas que para preparar el regreso tuvieron que ser coordinadas, cuestiones relacionadas con el consulado mexicano, la Sría, de Salud de la Federación, El Senado de la República, la NYSP, las líneas aéreas, los sofisticados aparatos que aún requería, el hospital en México que lo recibiría y muchos etcéteras. (La invaluable participación de ciertas personas cuyos nombres no menciono por temor a injustas omisiones creó perennes agradecimientos).
Parecía que se acercaba el final feliz, pero otra fatalidad incomprensible sucedió, a cuatro días del regreso programado Richard se cayó en el baño, una nueva lesión le dañó la corteza cerebral y lo tiene postrado en estado vegetativo desde hace un mes.
La alegría de ver un horizonte luminoso se transformó en mayor dolor y oscuridad, porque encima la búsqueda de pequeños rayos de luz, que los hay, se deben procesar de frente a una realidad lacerante y, en otro contexto frívola, el dinero.
Para acabar pronto, un matrimonio de personas mayores de clase media, con modestas pensiones en pesos se encuentra radicando en el mero invierno en una ciudad muy norteña, muy compleja y muy cara en dólares. Para acabar de completar el cuadro “material” esto sucede en plena crisis Trumpiana. Llevan más de cinco semanas de paliar su pena con muchas decisiones que tomar. Los ahorros de toda su vida ya se los comieron y en su calvario no se ve el fin, Sobra decir que no están turisteando, pero necesitan comer, transportarse y dormir bajo techo porque las temperaturas son bajo cero.
Ahora bien, ellos como lo haría cualquier padre, no claudicarán en el intento de salvar a su hijo en tanto exista el más ínfimo rayito de esperanza, insisto, lo hay.
Rick Berg está en estado de coma, pero, de acuerdo a ciertas manifestaciones corporales según recientes estudios científicos, podría ser sujeto de reanimación.
Inserto un enlace que facilita la posibilidad de donar algo, lo que se pueda es bueno y desde luego la ayuda para compartir a más personas el caso.

https://donadora.mx/busca?utf8=%E2%9C%93&searchbox=Ayudemos+a+ricardo+berg

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