domingo, 6 de septiembre de 2015

Un Relato para Baby Boomers

Fue en 1969, el mismo año en que Neil Armstrong pisó la luna, si no mal recuerdo estaba en mi cuarto con tres amigos y un primo de Veracruz, todos de trece años.
Alguno traía una novedad;  la construcción de un Sputnik casero. Solo necesitábamos una cajita de cerillos Clásicos o Talismán y papel estaño del que protege los chocolates o los cigarros.
Obviamente optamos por cerillos Talismán –son más baratos– pero eso si, como los chocolates “son para los niños” compramos unos Baronet o unos Fama 81 de a peso la cajetilla.
El ingeniero en jefe se dispuso al armado. En realidad el juguete es bastante sencillo y responde a elementales principios de física –materia por cierto, que yo traía reprobada–
La habilidad consistía en envolver con cierta precisión las cabezas de tres cerillos con un pedacito de papel estaño de manera que al tiempo de contenerlas permita un orificio inferior ni muy grande, ni muy pequeño, ni muy profundo, ni muy superficial para que la combustión generada por la incandescencia simultanea de los tres pedacitos de fósforo desarrolle la propulsión justa. Luego solo habría que doblar los palitos encerados de los cerillos para formar un trípode que no solo irguiera el cohete, sino también le proporcionara dirección. El resto era solo colocar otro cerillo encendido por abajo y esperar.
Un artefacto de estos bien armado puede elevarse tres metros. El resultado del prototipo no lo recuerdo, pero seguramente fue seguido de otro… y otro… y varios más hasta que se desató  el espíritu competitivo y fuimos en bola a conseguir muchos cerillos y tal vez algunos chicles Motita de plátano.
Pero, ¿Porqué quedarnos en modestos Sputniks? Cuando ya existe el Saturno V, cohete que transportó los módulos espaciales Apolo.
Nuestra versión Saturno V no era sino un Sputnik con potencia centuplicada, surgido de la mente irresponsable de unos muchachos ociosos, pero colmados de una deliciosa candidez.
Pues bien, después de una lluvia espontanea de ideas,  nos dimos afanosamente a la tarea de hacer acopio de los materiales necesarios tales como una docena de cajetillas de cerillos, un cilindro de aluminio que originalmente sirvió como empaque de película Kodak de 35 mm. Palitos de paletas congeladas, mica para la cápsula de la tripulación y hasta astronauta con tablero de mando y toda la cosa, Resistol, cinta de aislar y alambre.
Para esta misión necesitábamos una mecha bien larga. La solución estaba al alcance de nuestras manos: un paquete de cuetes chinos –que seguramente había importado el primo de Veracruz porque aquí no se conseguían- las mechas de estos eran, o son, como de cinco centímetros y unidas varias nos darían cierto margen de seguridad, y bueno, ¿para qué desperdiciar? Sí además la pólvora de los cuetes podría darle más potencia a nuestra nave. Otro problema técnico que tuvimos que resolver fue la manera de contener el coctel pirotécnico dentro de la cámara de combustión y al mismo tiempo que el proyectil tuviera escape para evitar un efecto explosivo. Esto “se resolvió” con un capuchón metálico de sidra repleto de pequeños agujeros.
Una vez terminado el modelo, había que determinar la ubicación de la plataforma de lanzamiento. La azotea excluida por la presencia de los tanques de gas, la calle imposible. Solo quedaba el patio del edificio, este era paso obligado para entrar o salir, por lo que presentaba el inconveniente de ser transitado por algún vecino en cualquier momento,  posponiendo o de plano abortando la misión. Ni modo corrimos ese riesgo.
Finalmente la cuenta regresiva comenzó. Se prendió la mecha, las chispas lentamente avanzaron hacia su destino.
El resultado: Una propulsión continua alimentada por un consumo gradual de combustible que elevara el proyectil un kilómetro… No, no fue eso lo que sucedió, sino una explosión seca que lo lanzó en vertical a unos treinta metros para luego de quizás cinco segundos caer prácticamente en el lugar mismo del despegue.



En el segundo seis la voz de Chonita -vecina del departamento doce-  supero los descibeles alcanzados por nuestro cuetón exclamando algo así como “MUCHACHOS DEL DEMONIO QUÉ HAN HECHO”. 







Para el segundo siete los cuatro muchachos habíamos recorrido una cuadra muertos de risa y felicidad. Misión cumplida. 

miércoles, 2 de septiembre de 2015

BUCARELI, luces y sombras


Esta vieja avenida tiene mucho que contarnos de diversas épocas. Originalmente llamada Paseo Nuevo, fue tendida a finales del siglo XVIII por órdenes del Virrey Antonio de Bucareli en “las afueras de la ciudad”. El paseo del canal de la Viga, entonces empezó a tener competencia para atraer los domingos a la alta sociedad.
Hoy provoca una mezcla de sensaciones: admiración, nostalgia, sorpresa, lastima y coraje.
Hacia mediados del siglo XIX el Caballito fue rescatado de los patios de la Pontificia y Nacional Universidad de México para ubicarlo en el claro donde iniciaba la avenida, que a más de setenta años estaba en plena remodelación. Obviamente la orientación de la estatua ecuestre simulaba dirigir el trote al interior del arbolado boulevard.  El Paseo de la Reforma, que también parte en su tramo poniente del mismo sitio, a penas era un trazo pelón que empezaba a ser transitado porque conducía directamente al bosque de Chapultepec.
Hace más o menos un siglo dos edificios se construyeron casi donde principia Bucareli, el del periódico Universal y el del periódico Excelsior, los dos diarios de mayor tradición en México.
El siguiente punto de interés en nuestro recorrido por Bucareli, es el café La Habana. Centro de reunión de periodistas, escritores, políticos y hasta revolucionarios.
Se dice que en la mesa de la esquina izquierda Gabriel García Márquez escribió Cien Años de Soledad, que Octavio Paz tuvo momentos de inspiración y que ahí conocieron los hermanos Fidel y Raúl Castro a un joven médico argentino que llegó a México en motocicleta buscando aventuras: El Che Guevara.
Más allá se encuentra una zona hoy bastante sórdida y deplorable. Operando aún, pero con otro nombre está el cine Bucareli (Cinépolis). Llama la atención las vallas que la policía ya, de plano deja permanentemente por tantas manifestaciones en la Secretaría de Gobernación.


Más adelante hay una glorieta donde estuvo el primer monumento conmemorativo de la Independencia de México, se trataba de una fuente en cuyo centro había una estatua que representaba a la victoria insurgente, testigo mudo del glorioso desfile del Ejercicio Trigarante. (se podría decir que fue nuestro primer Ángel). Se ignora el paradero de esa obra, lo cierto es que fue retirado para levantar un reloj regalado por el gobierno Chino a propósito del primer Centenario. La estructura original fue destruida por el bombardeo que se que conmocionó al país durante la Decena Trágica.
En la siguiente cuadra, dos bellos edificios frente a frente; El Palacio Cobian y el edificio Gaona, el primero, que originalmente fue la mansión de un acaudalado hombre, hoy es la sede de la Secretaría de Gobernación. Por lo que está perfectamente conservado. El segundo, un sobrio conjunto de departamentos habitacionales construido por el torero del mismo nombre. Ayer fue ocupado por familias acomodadas, hoy por familias amontonadas. Detalle interesante de su fachada son los retratos en talavera de Hernán Cortés y varios Virreyes, entre ellos, por supuesto el de Bucareli. Su estado de conservación terrible. Pienso que lo único que lo ha salvado de la demolición son las manifestaciones y los plantones. Me explicó; éstas han provocado una devastación de la actividad comercial y turística, dando por resultado el abatimiento de los precios inmobiliarios. 
Dos inmuebles son dignos de mención. El primero es el edificio Vizcaya, una construcción porfiriana y por tanto afrancesada. Muchos artistas vivieron ahí, Vasconcelos tenía su nidito de amores pasajeros. No sé si Pita Amor fue uno de ellos, lo cierto es que la poetiza también radicaba ahí.  Un día al amanecer descubrieron el cuerpo de una mujer ahorcada y dicen que su fantasma ha espantado a muchos.
El otro son las privadas del Buen Tono, originalmente el Infonavit privado de la fábrica de cigarros del mismo nombre.
Ambos edificios han sido escenario de infinidad de películas, telenovelas y comerciales.
Muy cerca del Reloj Chino, se encuentra la Ciudadela. Erróneamente muchos piensan que así se llama la plaza. No es así, el jardín lleva el nombre oficial de Morelos y recientemente se le ha dado en llamar Plaza del Danzón. Éste último nombre, en razón de que bastantes aficionados al baile se reúnen los domingos a gastar suela. 
Es curioso ver cómo se organiza la gente. En lo que podría ser el mayor espacio disponible alguien llega con su equipo de sonido y su colección de música popular bailable, se cuelga de un poste de luz y, cual DJ empieza a regalar acordes. Antes de terminar la primera pieza, el sitio está colmado de bailarines de 18 a 85, no todos llevan pareja fija, no todos bailan bien, pero todos disfrutan al máximo. 
En torno a la pista se vende refrescos y botana, de las ramas de un árbol cuelgan vestidos de fiesta para dama y, una "agencia de viajes" ofrece tours especializados. Por ejemplo  al Carnaval de Veracruz, por mil doscientos pesitos te lleva, pero también está disponible Cuba. Se puede ver a los pachucos (al estilo Tin-Tan).
En cuanto a los ritmos están todos; Danzón, Cumbia, Rock & Roll, Fox-trot, Charleston, etc.
De cuando en cuando pasan la charola para cooperar con la música.
Pero la cosa no queda ahí, en diversos rincones de la plaza, hay no menos de veinte maestros con nutrido número de alumnos aprendiendo hasta tango.
En 1968 un grupo de estudiantes de la preparatoria Isaac Ochoterena entraron en la Secundaria Revolución (que estaba precisamente en Bucareli) a buscar refuerzos para ir a apedrear a la Voca 5, algunos muchachos de 3° accedieron. Lo sé porque yo, que iba en 1°, lo vi. Eran los primeros conflictos interestudiantes, que a la postre desataron la matanza de Tlatelolco. Esto viene a cuento porque la Voca 5 colinda con la Ciudadela, a unos metros de Bucareli. 
Está Cañón. Siempre pensé que estos cañones, que son en los que se inspiraron para el ícono de la estación Balderas del Metro, fueron utilizados en la Decena Trágica. Y cuando empecé a buscar imágenes de esa gesta, me convencí; sólo esos calibres podían causar tal destrucción. Pero no, para 1913, el monumento a Morelos ya lucía como hoy.
Ya para terminar con la reseña del paseo por Bucareli, dos sitios; el mercado de artesanías, sobre todo plata a buen precio (sí no te dejas chamaquear) y, desde luego La Majestuosa Ciudadela. Éste edificio se construyó en 1807, originalmente era la Real Fábrica de Tabaco. Poco le duró el gusto; tres años después estalló la guerra de Independencia. Por sus dimensiones y su arquitectura fue convertida en cuartel y cárcel. Ahí estuvo recluido Morelos antes de ser fusilado. 
Ya para el porfirismo se usaba como arsenal, situación determinante para el éxito del golpe de estado a Madero. Ya que después del primer intento fallido, dos de los cuatro cabecillas; Félix Díaz y Manuel Mondragón se refugiaron ahí (Bernardo Reyes murió en la reyerta y Victoriano Huerta aparentaba lealtad al Presidente) 
Durante diez días, tras cruentas batallas, una serie de traiciones y malas decisiones México se convulsionó. Resultado: más de cinco mil muertos y un verdadero gobierno espurio.
Años después Vasconcelos transformó el recinto en biblioteca. 
Hoy su acervo fue la base de la moderna biblioteca Vasconcelos, y su histórico cascarón, después de una remodelación se reinauguró como La Ciudad de los Libros. Su finalidad es conservar intactas grandes bibliotecas personales, destaca la colección de Mosivais.